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Entre pasión y obsesión

Sin que sirva esta publicación para consolidar una mala costumbre, me veo en la obligación de remitirles otra reflexión del famoso presentador español Iker Jiménez.


Esta vez, hablaba de un defecto real suyo, que no es el clásico error que uno dice en las entrevistas de trabajo cuando afirma ser demasiado perfeccionista. Se trata de un sentimiento algo egoísta, según sus palabras, que siente cuando le molesta que alguien no se tome las cosas de la misma forma que él. Es decir, si Cuarto Milenio está trabajando un tema que a él le parece apasionante, no entiende que su equipo no se lo tome con la misma pasión que él. Vaya por delante que rompió una lanza a favor de ellos, con los que siempre ha tenido muy buenas palabras y con los que también reconoció su propio error en esta reflexión. 


Dicho lo cual, es interesante analizar por qué algunos proyectos triunfan y otros no, si cuentan con prestaciones similares. Muchas veces, la pasión presente determina el éxito futuro. Sobre todo, en el sector terciario. También este mismo presentador llegó a comentar en una ocasión cómo el espectador sabe lo que está hecho “por hacer” y lo que no. Es una especie de instinto primario del siglo XXI. 


Al hilo de lo anterior, y como anécdota estrella de esta historia, les cuento, en palabras de Iker, que la máxima expresión vivida por él a este respecto tuvo lugar cuando era un joven veinteañero al que le estaban haciendo una entrevista en la radio. El presentador, cuya identidad no reveló, le formuló una pregunta. Acto seguido, le hizo un gesto con las manos indicándole que se explayase. Vamos, vía libre para hablar todo lo que quisiera y más; lo que en España diríamos como un “venga, enróllate”. A continuación, se levantó y se fue a tomar el café a una sala contigua, hablando con sus compañeros mientras Iker respondía a un presentador al que ni siquiera le interesaba su propia pregunta. 


¿Por qué hacemos lo que hacemos? Muchas veces me lo pregunto. Pero siempre hay un propósito para todo. Y la pasión casi obsesiva por hacer lo que hacemos es el detalle que marca la diferencia. También vi esto cuando comencé a trabajar con Sidera, y antes. Porque siempre he tenido la fortuna de trabajar con grandes profesionales. En el caso de la consultora de comercio exterior que hoy me brinda este espacio, tenemos un grupo de WhatsApp por el que pasamos noticias relacionadas con comercio exterior que poco o nada tienen que ver con los proyectos que llevamos entre manos. Es que simplemente nos gusta. 


Las personas que están aquí no sólo son buenas. También les gusta lo que hacen. Esto se nota cuando hasta para hacer una presentación se dedican horas y horas para medir hasta el más mínimo detalle; elegir la mejor plantilla, confeccionar el mejor diseño, integrar la marca de Sidera en la presentación, el material, la distribución, el contenido, las indicaciones... No vale cualquier cosa. Tiene que transmitir, tiene que ser distinta, tiene que ser buena. Tiene que ser la mejor. Lo mismo ocurre con los reportes que enviamos a los clientes. Se revisan mil y una veces. Se realizan cambios tan mínimos como quitar o poner una coma. Y desde luego, la redacción; el cómo se cuenta el qué y a quién. No hay un modelo base. Cada informe es distinto. Me recuerda a mis prácticas en un despacho de abogados. Confeccionar un reporte de comercio exterior es como redactar una demanda; es como si estuvieras esculpiendo una estatua poco a poco. 


Pero el punto más importante de todo esto no es fardar de ninguno de nuestros servicios, es el hecho de que es imposible hacer todo eso si no te gusta lo que haces. Porque jamás tendrás ni la inspiración ni la atención al detalle que uno, de forma natural, tiene y desarrolla cuando sí le gusta lo que hace. 


Haz algo que te guste. 

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